De profesión... Jockey

Sin descanso los 365 días del año, viajando de aquí para allá y exigidos a los rigores del peso y la altura, la profesión de jockey es una de las más sacrificadas del mundo hípico. Un oficio duro, pero apasionante, a veces poco considerado entre los aficionados.

 

Desde hace dos años funciona en Madrid la Escuela de Aprendices. Allá, los profesionales más laureados del mundo de las carreras de caballos en España tratan de enseñar su oficio a los nuevos jockeys. El curso es gratuito para todos los postulantes y lo único que se exige para que el alumno pueda ser seleccionado son sus aptitudes físicas y su peso (hasta 60 kg). Pero eso no es sinónimo de éxito seguro. Los mismos responsables no se cansan de declarar que están convencidos que un 60% de los alumnos se quedan por el camino.

La razón por la que muchos no acaban, se debe a los rigores que exige esta profesión. Entrenamiento, aptitudes físicas, peso, altura, montas, enseñanza, son algunos de los motivos que hacen que futuros jinetes descabalguen con el tiempo. Después, sí se pasa a formar parte del 40% que finaliza, y una vez asentados en el hipódromo, como es el caso de España, llega otra realidad: exigirse todo el año para conseguir montas cada fin de semana y así poder tener un sueldo digno para vivir en esta profesión.

 

Oficio desde joven

Cuanto más joven se inicie uno en este oficio mejor. Antes, el plantel de jockeys profesionales nacía y crecía a partir del trabajo diario, sin una educación formal estructurada e integral, haciéndose más evidente la manifestación de vicios y malos hábitos. Hoy se dota a los jóvenes aspirantes de un apoyo técnico y de una capacitación adecuados para desarrollar esta actividad a lo largo de su vida deportiva (física y mental) como jinete de caballos de carreras.

La ley en España exige que jockeys o amazonas deban tener 16 años como mínimo para iniciar el curso de aprendizaje, aunque haya, como decimos, cientos de jinetes que hoy compiten que, sin pasar por ninguna escuela hípica, llevan desde los 13 años montando. El futuro jockey debe tener unas características físicas adecuadas: una buena complexión atlética, una estatura que no exceda el 1,70 metros, a ser posible, y no debe pesar más de 60 kilogramos (los caballos en las carreras portan pesos que van desde los 50 a los 62 kg).

Un curso de aprendizaje consta de unas 400 horas, donde los alumnos aprenden, en el propio hipódromo, todo lo relacionado con el cuidado, la monta y manutención de los caballos de carreras. Para ello, empiezan realizando los trabajos más duros, como puede ser limpiar las cuadras y los caballos, para después empezar y aprender a montarlos.

Mediante el método de enseñanza impartido, a cargo de profesionales, se logra una formación básica para ejercer la profesión. Al futuro jockey se le hace trabajar las aptitudes de esta disciplina: la técnica, destreza y equitación sobre el caballo; manejo de riendas, estribos, fusta y demás elementos que se utilicen como herramienta del trabajo profesional; fortalecimiento de los músculos de piernas, brazos y cintura. Mediante la obtención de una base aeróbica y anaeróbica, fuerza de piernas y brazos, se logrará el mejoramiento de los distintos aparatos: digestivo, respiratorio, circulatorio y nervioso; que como consecuencia dotará a los jóvenes de un cuerpo hábil, rápido y resistente.

Correcta alimentación a efectos de mantener el adecuado estado nutricional que requiere este tipo de actividad deportiva y cuidado en general de su salud; conocimientos veterinarios del purasangre; clases teóricas sobre el reglamento de carreras, y pautas de conductas que deben respetar los jockeys cada vez que participen en un evento turfístico, son imprescindibles para manejarse en este oficio.

 

Kilos y euros

Dos son los grandes lastres de esta profesión: el peso y el salario. Estos pequeños y enclenques jinetes o amazonas deben someterse a las exigencias que el turf impone con el peso y utilizan a menudo los métodos más estrambóticos para mantener a raya sus kilogramos. Para ellos montar a su peso normal es importante en una apretada llegada o para galopar un purasangre complicado durante la carrera. Y, por eso, se enfrentan a la báscula utilizando todo tipo de artimañas. Dietas a la carta, fitness o saunas se imponen como fórmulas más habituales para dar el peso. Pero también se recurren a otras fórmulas, como la empleada por el gran jockey británico Lester Piggot: dieta a base de puros y cafés para no tener apetito.

Si los rigores del peso hacen de esta profesión ya de por sí dura, mucho más será cuando se trata de vivir de ella. Los jockeys viven de las victorias, llevándose el 10% del premio ganado (en España, una media de 300 euros). No ganar la carrera o alguno de los premios en la colocación, supone obtener los 60 euros de lo que se llama “monta perdida” (participar).

Hay que pensar que hay jockeys que igual montan una carrera una vez por semana, incluso, una por mes. ¿De qué viven? Es cuando viajan de aquí para allá para poder competir, se sufragan gastos, acuden a los galopes matinales cobrando unos 15 euros por lote; trabajan como mozos, etcétera. O sea, más esfuerzos, más montas —en España hay jinetes que compìten unas 300 carreras al año—  para llegar a fin de mes.

También es justo reconocer que todo va cambiando. Si el país, en cuestión, tiene una cultura del turf, el jockey es todo un ídolo obteniendo contratos millonarios. Es el caso del italiano Frankie Dettori, que monta para la todopoderosa cuadra Godolphin, o el panameño Fernando Jara, o el belga Christophe Soumillon o el irlandés Kieren Fallon. Tampoco hay que ir más lejos: ya en España, los jinetes más cotizados, caso de José Luis Martínez o Jorge Horcajada, tienen contratos con la Yeguada Cortiñal y con la Cuadra Madroños, respectivamente. Ellos se han ganado con sus buenas y enérgicas montas el respeto y la admiración de los aficionados a base de triunfos. Pero para eso se han pasado media vida cabalgando. O sea, lo que casi todos hacen para ser algo en esta dura profesión.