El peso, el enemigo del jockey
La mayoría de los jinetes vive sometida a una dieta rigurosa para poder montar. No queda más remedio. Pequeños, y con poco peso.
El inglés Lester Piggot, el más famoso y mejor jockey británico de todos los tiempos, en una de sus últimas apariciones por el hipódromo de La Zarzuela, en la década de los años ochenta, dijo que
para mantener el peso debía someterse diariamente a una dieta a base de puros y cafés. Sir Lester dejaba pasmados a todos los allá congregados con esta afirmación. El maestro de los jockeys
confirmaba que el secreto de sus pocos kilos era un menú nada saludable de humo y agua negra para dar siempre el peso en balanzas.
Esta anécdota ilustra muy bien el sacrificio que padece el jinete. Las palabras de Piggott confirmaban que lo mejor que le puede pasar a un jockey es no tener hambre. Y es que la vida de un jockey,
incluso para los más famosos, es así de dura si se quiere montar cada jornada. Estos pequeños y enclenques jinetes que no miden más de 1,70 metros y no deben pesar más de 60 kilogramos (los caballos
en las carreras portan pesos que van desde los 50 a los 62 kilos) deben someterse a las exigencias que el turf impone con el peso y utilizan a menudo los métodos más estrambóticos para mantener a
raya sus kilogramos. Para ellos montar a su peso normal es importante en una apretada llegada o para galopar un purasangre complicado durante la carrera.
Métodos radicales
Los jockeys desde siempre se han enfrentado a la báscula utilizando todas las artimañas. Desde zambullirse en una gigantesca montaña de estiércol utilizada a mediados del siglo pasado por los jinetes
del hipódromo mexicano de Tijuana para realizar una sesión de sauna, a correr durante horas a pleno sol tapados con mantas y trajes de goma, ingerir un huevo de tenia, o beber una mezcla de agua con
sulfato de magnesio. El método escogido dependía de los problemas y el grado de desesperación del jinete que quería correr las carreras a toda costa.
En este ambiente de dietas radicales, en la década de los años cuarenta se dio a conocer entre la gente del hipódromo un científico loco apodado Frenchy que anotaba el peso que hacía perder a los
jinetes. En 1945 había sumado nada más y nada menos que 5.790 kilogramos. Para ello ofrecía distintos sistemas de adelgazamiento (sábanas y sacos de dormir de goma, mantas eléctricas, lámparas
infrarrojas, etc.). Entre los servicios estrella se presentaba la posibilidad que el jinete se bañase en agua caliente mezclada en sulfato de magnesia, vinagre, amoniaco y una misteriosa espuma a la
que Frenchy llamó “crema de Hawley”. El baño no podía pasar de la media hora: había riesgo de mareos.
La popularidad de Frenchy decayó, cuando las botellas cerradas de otro de sus sistemas de adelgazamiento, un líquido purgante, empezaron a explotar misteriosamente en el cuarto de jockeys.
La pasión de montar
El rigor de la báscula se mantiene y hoy los métodos para perder kilos han cambiado con dietas a la carta, fitness o saunas. Eso no impide que muchos jinetes se vean obligados a prescindir de sus
grandes pasiones, además del caballo. El jockey uruguayo Gregorio Riboiras después de retirarse aun sigue pesando los mismos 50 kilogramos que le obligaban a mantener con dieta rigurosa sin poder
probar sus dos pasiones: el whisky y la pasta.
Otros en cambio no padecen este rigor. El japonés Yutaka Take, uno de los mejores jockeys asiáticos , no escondía sus preferencias por la gastronomía francesa, la pasta y el pan. Take decía no
someterse a un régimen especial e, incluso, que los días de las carreras desayunaba sus “croissants preferidos”.
Lo raro en el turf internacional es encontrar jockeys sin graves problemas de peso. Aunque a veces la cosa se puede complicar: el jinete británico Johnny Murtagh tuvo una lesión de espalda que le
provocó enormes problemas de peso. Murtagh no pudo acompañar su régimen alimenticio con los ejercicios que venía haciendo para controlar su peso. Su reaparición se prolongó más de lo esperado.
Manda la báscula
El peso que se asigna a cada caballo en una carrera se compone del peso del jinete, su montura y arreos y, si es necesario, unas pequeñas onzas de plomo que ayudan a igualar en la báscula este peso
con el otorgado en el programa oficial. Es evidente que en la pista no es lo mismo la sola influencia que pueda tener el peso del jinete incluyendo montura y arreos, que si a este peso se le añaden
unos "kilos muertos" de plomo.
No importa nunca lo que pese el purasangre. Si a un caballo se le hace correr con 56 kilos de peso en báscula, pero su jinete, incluyendo arreos y montura da en báscula 50 kilos, deberá llevar 6
kilos de "peso muerto" en plomo que ofrecerán una dificultad añadida al caballo, pues le impedirán accionar con más facilidad y el caballo los "sentirá más". El sólo peso del jinete en movimiento
ofrece menos resistencia porque podrá "apoyarse" en el propio movimiento del caballo.
La realidad cierta es que hay caballos que no soportan para nada el añadido de plomo y eso es una evidencia que se contrasta viendo y analizando carreras. Por el contrario existen otros sobre el que
este factor no tiene la más mínima influencia. En el argot se dice que saben mover el peso.
La operación de pesaje realizada siempre en presencia del Juez de Peso es obligatoria para todos los participantes antes de la carrera y para los jinetes clasificados con derecho a premio y los dos
siguientes (los seis primeros, casi siempre) después de la carrera. No cumplir la normativa es motivo de sanción (distanciamiento).
Con algún kilo de más
Los jinetes no profesionales, denominados gentlemen-riders y amazonas, no están esclavizados por la escala de pesos de las carreras. De modo que pesan más que los jockeys y en las pruebas que están
reservadas para ellos esa escala es más alta. O sea, es permisiva para los jinetes, pero no para los caballos: de llevar un peso de 60 o 62 kilogramos, se ven obligados a llevar 72 o 74 kilogramos en
su montura.
El código de carreras dice que el peso mínimo no podrá ser inferior a 60 kilogramos en el caso de la participación de gentlemen-riders y de 57 kilogramos si participan también amazonas. Si solo
compiten amazonas no podrá ser inferior a 54 kilogramos.